martes, 27 de septiembre de 2011

Capitulo 3- Soledad

Una solitaria sombra vagaba por los pasillos del instituto. ¿A dónde iba? Ni ella misma lo sabía. Lo único que tenía claro era que jamás debió hacer aquella tontería. Unas lágrimas perdidas surcaban su rostro dibujando serpenteantes caminos de soledad. Ale era su vida. Habían sido amigas desde la infancia… y ahora… la había perdido. ¿Y todo porqué? Por una maldita noche de verano. Debería haberse quedado en casa estudiando, así, al menos, Ale y ella seguirían siendo amigas. Unos pasos tras de ella le hicieron secarse las lágrimas rápidamente. No quería que nadie la sorprendiera llorando. Una educada voz de mujer preguntó:
- Joven, ¿Qué haces por los pasillos a estas horas? ¿No sabes que ya empezaron las clases?
Laura se giró, era una señora de unos 50 años, vestida con una larga falda violeta y una camiseta blanca. Debía de ser nueva, nunca antes la había visto por aquí. Laura dijo lo primero que se le pasó por la cabeza:
- Verá… no sé cual es mi aula- y sinceramente era verdad.
- ¿Qué te toca a primera hora?- preguntó la mujer
- Plástica
- De acuerdo…-la mujer se detuvo unos segundos, pensativa- bien, sube las escaleras, te encontrarás frente a frente con el aula de informática. Gira a mano derecha, la última clase del pasillo es la de plástica- finalizó la mujer con una amplia sonrisa.
- Gracias doña…
- Llámame Gloria
- Gracias Gloria- respondió Laura
- De nada, ahora corre para tu clase señorita que llegas tarde- apremió la profesora
Laura se alejó escaleras arriba hacia el aula de plástica. Llamó a la puerta antes de entrar. Dentro una voz femenina dijo:
- Adelante.
Laura entró en la clase. Era amplia y espaciosa. No había mucha gente unos 20 en total contando con la profesora. Esta era de baja estatura, bastante delgada y con un corte de pelo un tanto… extravagante.
- Buenos días- dijo Laura
- Llegas tarde- respondió simplemente la profesora- busca asiento y atiende
Vale, muy amble no era, que digamos. No había mucha gente, pero sitio donde sentarse tampoco. Las mesas eran dobles, y en todas había gente. Solo quedaba una libre. Algo bueno, no iba a tener que compartir mesa con nadie, la verdad es que Laura ahora mismo no tenía muchas ganas de hablar con ser humano alguno. Fue directa hacia la mesa, se encontraba más o menos en la mitad del aula, junto a una ventana. Nada más sentarse, y sin darse cuenta, se perdió entre una maraña de pensamientos y sensaciones. Tras la ventana, a pocos kilómetros, unos grises nubarrones amenazaban con tormenta. Las primeras gotas se hicieron de ver a los pocos minutos. Golpeaban las ventanas con una fuerza sorprendente para tratarse de una tormenta a mediados de Septiembre. Unos golpes en la puerta la hicieron volver al mundo real. Al parecer no era la única que llegaba tarde. Un “¿se puede? sonó desde el pasillo. Sin dar tiempo a responder, entró un joven. Alto y delgado, de pelo negro con flequillo y pálido. Sin saber por qué, un tono sonrosado se encendió en las mejillas de Laura. Por un instante unos ojos verde esmeralda se posaron sobre ella, y el sitio que quedaba libre al lado. Laura pareció entrever una media sonrisa en su rostro, pero fue solo un segundo, un segundo por el cual Laura daría más de una vida. Ese rostro perfecto, esa sonrisa, esos ojos, ese pelo… todo él parecía esculpido por uno de los mayores artistas jamás existidos. La profesora le dijo algo, que Laura no llegó a oír, pero que se imaginaba. El misterioso chico se dirigió hacia el único sitio que quedaba libre, el de al lado suyo. Laura le miró hipnotizada, hasta que el chico se giró hacia ella.
- ¿Te pasa algo?- preguntó
Laura quería morirse. Había sonado tan frío y distante…Intentó defenderse, pero de su boca no salió mas que un conjunto de sonidos sin sentido. Se giró, hacia el frente, pues el tono sonrojado de sus mejillas se había convertido en un rojo candente. El chico se giró también hacia delante. En un momento mágico sus piernas se rozaron, y ambos se erizaron de placer, algo que jamás aceptarían.

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