lunes, 2 de enero de 2012

Capitulo 7: Castillos de amarga esperanza

Frío. En la atmosfera se respiraba destemplada amargura. Dolor. Mudas lágrimas dibujaban serpenteantes caminos en los rostros de las dos mujeres sentadas, abrazadas. Un atisbo de desesperanza comenzaba a asomarse en sus perdidos miradas. Laura abrazaba a su madre con tal fuerza, que temía dejarla sin respiración. Laura anhelaba esa sensación de saber que todo va bien, que nada escapa a tu control, que conoces tan bien, el principio como el final de la historia. Pero Laura no sabía como iba a acabar todo aquello. Realmente, temía tanto su no final como su acabado. Solo había dos soluciones posibles. O salir de aquel fúnebre edificio con paredes pintadas de un sucio blanco con el rostro bañado el lágrimas de alegría, o, por el contrario, salir de aquel edificio sumida en la más profunda de las tristezas habidas y por haber. Intentó apartar aquella segunda opción de sus pensamientos, concentrándose plenamente en la primera. Su madre, Ana, se encontraba en un estado de semi-inconsciencia. Con la mirada perdida en algún punto del techo, recordaba todos los momentos felices pasados junto a su pequeño. Eran tantos y todos tan bellos... Un movimiento alertó a ambas. La puerta de la sala de operaciones se abrió, y apareció el doctor. Tanto Laura como su madre se incorporaron inmediatamente. El doctor comenzó a hablar:
- ¿Es usted la madre de Jose Ruiz?- inquirió con un tono dulce, e incluso relajante
- Si- murmuró Ana con un apenas audible hilillo de voz
- Verá, la operación ha sido llevada a cabo con éxito, y hemos conseguido salvar a su hijo...- ambas mujeres exhalaron un profundo suspiro de alivio- pero...- la preocupación volvió a adueñarse de sus rostros- pero, lamentablemente, solo hemos podido salvar su mitad superior, las caderas, piernas y pies han quedado inutilizables, lo siento. A partir de ahora, su hijo deberá usar silla de ruedas.
De los cortados labios de Ana se escapó un agudo gemido. Instantaneamente sus ojos quedaron bañados en lágrimas. Laura se estremeció, creyendo haber oido mal. Pero no, había escuchado correctamente. "A partir de ahora, su hijo deberá usar silla de ruedas", estas palabras se clavaron en los más profundo de su ser, provocándole un llanto lastimero y pausado. Jose, su hermano pequeño, de apenas 11 años, no podría volver a andar, correr o saltar. Nunca más. 
El doctor hizo ademán de invitarlas a entrar a la habitación. Estas con pasos lentos y vacilantes accedieron. Entraron en la pequeña habitación. Ahí estaba, su tan querido hijo y hermano, acostado en una cama de blancas sábanas. Su piel se asemejaba al tono de las mismas. Les dolió en los mas hondo verlo así. Indefenso, a merced del destino. La vida no es justa, nada justa. Y en su maldita aleatoria voluntad, se lleva por delante a aquellos que menos lo merecen. Ana se acercó a la cama, y besó la fría frente de su pequeño. Al cabo de unos minutos de sulencio, le dijo a su hija que se marchara a casa que ya anochecía; ella iba a pasar allí la noche. Laura asintió, y sin rechistar, con un fuerte abrazo a su madre y un beso en la mejilla de su hermano, volvió a casa. Nada más llegar, sacó el móvil y marcó el número de Marcos. No sabía muy bien porqué él, pues no se conocían practicamente nada, pero algo en su interior decidió que debía verle. Una voz al otro lado de la línea contestó.
- ¿Si?
- Hola Marcos, soy Laura...-murmuró 
- Ah, hola, ¿que ocurre?
- ¿Podemos vernos?
En un primer momento, un incómodo silencio se dejó sentir a ambos lados de la línea, pero tras escasos segundos, y recuperado de la precipitada invitación a quedar de Laura, aceptó.
- Claro- dijo aún aturdido- ¿Dónde?
- En el parque que hay al lado del instituto
- Voy para allá, hasta ahora.
- Hasta ahora- dijo Laura casi a forma de suspiro
En 10 minutos, se encontraba Laura en el parque, y al cabo de otros dos, Marcos apareció por detrás de unos coches. A la luz de las farolas, las demacradas facciones de la chica, a causa de la tensión sufrida durante toda la tarde, se hacían más visibles. Marcos no tardó en darse cuenta.
- ¿Te ocurre algo?- inquirió preocupado
- Verás...- Laura comenzó a relatar todo lo acontecido en pocas horas. En un primer momento, sintió vergüenza, pues estaba contando sus preocupaciones a un casi desconocido, pero en cuanto tomó un poco de confianza, no hubo quién la parase hasta haberse desahogado. Finalizó su historia en un ligero llanto. Marcos no sabía que responder, ni de qué manera consolarla, sencillamente la abrazó. Con una ternura infinita, la abrazó. De alguna manera, aquella triste situación los unió de una forma especial. Y allí estaban, en medio de la oscuridad, bajo una de las escasas farolas del parque, unos desconocidos. Una era chica que lloraba suavemente, el otro un chico que la abrazaba tiernamente, bajo una Luna menguante que los observaba también, con cierta ternura.

martes, 18 de octubre de 2011

Capitulo 6: El destino así lo quiere

A 2 kilómetros del sofá donde se encontraba Laura, en la habitación 213 del Clementine Churchill Hospital, un niño de unos 11 años aproximadamente se debatía entre la vida y la muerte. Un grupo de enfermeros preparaban el material necesario para la intervención médica. Enfrente de la puerta, una mujer de mediana edad con los ojos enrojecidos a punto de echarse a llorar, marcaba repetidamente el número de su hija en el móvil. Nadie contestaba. Una fuerte angustia le oprimía el pecho. El dolor le atenazaba y obligaba a cada fibra de su ser a retorcerse hasta la extenuación. Pero ella no podía rendirse. Su pequeño estaba ahí dentro debatiéndose en una guerra en la que ella tenía experiencia... en la eterna batalla de la vida, en la que unos ganan y otros... sencillamente pierden... No debía... no podía desistir. Lo más grande de su vida necesitaba su ayuda, y ella pensaba estar ahí, a su lado, cogiéndole la mano para guiarlo de vuelta al mundo, susurrándole que todo va a ir bien, algo que más que el niño, era ella quién necesitaba creer.
El capítulo de los Simpsons acabó, y Laura se desperezó suavemente dando un sonoro bostezo. Apagó la televisión, limpió las migajas que quedaban del sándwich en los dobladillos de la manta y se incorporó. Fue escaleras arriba, hacia su cuarto, con la intención de ponerse a “estudiar”. Al llegar, sacó los libros de la mochila y los esparció por la mesa. Cuando lo hizo, el móvil cayó al suelo. “Mierda”- murmuró, al menos había caído sobre la alfombra. Lo miró bien por todos lados, por si se había roto, pero a primera vista no había sufrido daño alguno. Desbloqueó la pantalla para ver si tenía algún mensaje o llamada perdida. “Guau”-se dijo, 7 llamadas perdidas y 3 mensajes, y todos de mamá, algo no iba bien... Con solo leer el primero de los mensajes le bastó. Se puso precipitadamente los pantalones y una sudadera y salió a la calle. Sacó la bicicleta del garaje y se dirigió a la carrera hacia el hospital.
Cuándo llegó el llanto había llegado a sus ojos, el cual se acentuó al ver a su madre esperando en la puerta de la sala de operaciones, con la mirada perdida e inundada en lágrimas. Corrió hacia ella y ambas se fundieron en un cálido y desesperado abrazo. Acto seguido Laura preguntó a su madre que había ocurrido:
- Iba a por tu hermano - comenzó ésta con tono amargo- cuando me llamaron del colegio. Me dijeron... me dijeron que... me dijeron que tu hermano había salido a la calle para esperarme donde todos los días... y...- en este punto la voz comenzó a fallarle- el estaba en la esquina, y un coche... tomó mal la curva y...- llegados a este momento la madre de Laura fue incapaz de continuar... pero tampoco hizo falta, Laura ya imaginaba el resto. Recreó en su mente la escena... Jose saliendo del colegio, despidiéndose con un gesto de sus amigos, sigue la calle hasta la esquina donde su madre le espera todos los días... un coche toma mal la curva y como si de un muñeco de trapo se tratase, arrolla a su hermano. Los gritos de la gente, el hombre saliendo del coche con el móvil a la oreja... La policía... la ambulancia... y su hermano en el centro, sin sentido a causa del fuerte golpe... Un escalofrío subió por el espinazo de Laura hasta llegar a su rostro convertido en lágrimas, un torrente de lágrimas surgió de esas dos cuevas sin fondo. Lloraba... lloraba como no lo había hecho en su vida. Lloraba más que cuando se peleó con Ale, lloraba más que cuando falleció su padre... aunque claro en ese momento era tan pequeña... ni siquiera lo recordaba. Lloraba con fuerza, lanzando gemidos al aire de vez en cuando, abrazada a su madre en el pasillo del Clementine Churchill Hospital esperando al veredicto del doctor, sobre el estado de un niño de unos 11 años aproximadamente que se debatía entre la vida y la muerte.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Capitulo 5: Recuerdos

Laura llego a casa. Tenía la mirada perdida en algún punto lejano del firmamento. Una estúpida sonrisa si había instalado su rostro, pero tras varios fallidos intentos de hacerla desaparecer, Laura había desistido. ¿Su cuerpo? Sí, se encontraba frente a la puerta de su casa, introduciendo la llave en la cerradura, pero su mente se encontraban a dos horas de distancia, en un banco del jardín del instituto charlando con un chico, que sólo con respirar de daba más de lo que imaginaba. Lo mejor llegó cuando Marcos le pidió el móvil. Al final la llave entró, y Laura consiguió abrir la puerta. Aún pensando en ese momento mágico, subió los escalones en dirección a su cuarto. Tiró la mochila sobre el puff y se derrumbó sobre la cama. En más de una ocasión le pareció percibir un sutil olor dulce, pero no fueron más que imaginaciones suyas. ¿Tan obsesionada estaba?  Decidió que lo mejor que podía hacer en aquel momento era darse un baño. Cogió la toalla y se dirigió al baño. Este estaba al final del pasillo el cual se encontraba cubierto de moqueta. El baño olía, como siempre, a lavanda. Jose, su hermano, odiaba aquel olor, pero a Laura le gustaba. Se quito la ropa y se metió a la bañera. La llenó con agua caliente y se relajó. ¿Su parte favorita del día? Esa, sin duda alguna. Podía relajarse y pensar con claridad, o sencillamente no pensar. Fuera, en la calle, esperando se agolpaban todos los pensamientos y preocupaciones que Laura había dejado atrás al entrar  en el baño. Un chico de ojos color esmeralda que le sonreía mientras le contaba su vida (un tanto extraña), una chica que la miraba con desprecio, y que si Laura no llega a estar con la mente en blanco le habría causado un lento y silencioso llanto; un hermano pequeño un tanto revoltoso que siempre le escondía las cosas, una madre soltera que se preocupaba más por la vida de sus hijos que por la suya propia… Laura tenía tantas cosas en las que pensar… por eso siempre que podía se evadía de la realidad, para regresar a aquellos maravillosos tiempos, cuando ella tenía 8 años. Aún recordaba cosas. Los chistes de su padre, al que si no fuera por algunas fotos que tenía escondidas no recordaría. Era un hombre muy guapo. Todo el mundo decía que tenía su rostro… Eran esos momentos en los a que mamá se le nublaba la vista, perdía el concepto de la realidad, y recordaba a aquel hombre que la hizo tan feliz. Se llamaba Miguel. Todo era perfecto hasta que un día… un fatídico 23 de Septiembre, de un ataque al corazón, la muerte se lo arrebató de los brazos. En esos momentos en los que mamá se perdía, era trabajo de Laura despertarla, por mucho que doliera ver su rostro juvenil convertirse en uno cansado por las vueltas de la vida al darse cuenta de la realidad.
En cualquier caso, la madre de Laura nunca fue capaz de recuperarse del todo del incidente, por lo que tuvieron que ocultar todas las fotos en las que su padre apareciera. Las únicas que quedaban en casa eran las que Laura tenía escondidas en la cómoda de su habitación. En una de ellas aparecía una niña con un vestido rojo a juego con su pelo, jugando en un columpio. Detrás impulsándola se veía a un hombre de ojos azul cielo con una sonrisa de oreja a oreja. Laura se despedía todas las noches de él y le deseaba lo mejor estuviera donde estuviera.
Cuando Laura salió del baño, fuera ya declinaba el sol, y todas sus preocupaciones cayeron sobre ella como un jarro de agua fría. En ese momento se dio cuenta del hambre que tenía. Bajó a la cocina y abrió el frigorífico. No había mucho para elegir, pero los rugidos de su estómago daban a entender que cualquier cosa le servía. Al final se decidió por un sencillo sándwich de pavo y queso. Se fue al salón y encendió la televisión. Estaban dando Los Simpsons. Había visto ese capítulo millones de veces, pero le daba igual. A los 10 minutos, en el escritorio de su cuarto, el teléfono anunció un mensaje. Con este ya eran 3, más 6 llamadas perdidas. Laura no lo escuchó, durante la clase lo ponía en silencio y ese día se le había olvidado quitarlo. En la pequeña pantalla aparecía un nombre. Mamá.

sábado, 1 de octubre de 2011

Capitulo 4: El encuentro

Justo cuando Laura estaba a punto de morirse de desesperación, sonó el timbre que anunciaba, al fin, el almuerzo. En cuanto salió a pasillo inspiró profundamente, y se relajó tras dos horas de tensión. A pesar de sus intentos por mantener la cabeza fría y atender a lo que decía la profesora, todos sus sentidos se ponían alerta cuando el chico nuevo se movía o hacía ademán de ir a hablar. Y ese olor... Ese aroma que impregnó el ambiente y se adhirió a lo más profundo de Laura,  en cuanto se sentó a su lado. Era dulce, pero no un dulce pasteloso como el olor a bollería que inundaba la cocina de su casa los domingos por la mañana, sino… que era… era PERFECTO. De repente, Laura se sorprendió a si misma pensando en como sería acariciar ese pelo negro azabache. Se reprendió a si misma el fantasear con un chico del que ni siquiera sabía el nombre. Un lamento de su estómago le dio otro tema en el que pensar. Guardó los libros en su taquilla y se dirigió a la cafetería. Esta estaba abarrotada de jóvenes hambrientos que hacían cola frente a las máquinas expendedoras, charlando animadamente con los amigos sobre el verano. Laura hurgó en su bolsillo, además de un coletero y unas pelusillas, su búsqueda no dio más frutos. “Mierda”- pensó- “me he dejado el dinero del almuerzo ¿y ahora que hago? Son las 11.30, y tengo que aguantar hasta las 15.00 sin comer… listos vamos”- lo único que disponía para saciar el hambre era un chicle de menta que llevaba en la boca desde hacía una hora, y el sabor es esos momentos no era muy… en fin… espectacular. Paseó la mirada por el comedor por si el chico nuevo se encontraba allí, pero en vez de esos ojos esmeralda, se encontró con unos color miel. Ale la miraba fijamente desde el otro lado de la sala. Esa mirada fue como un golpe seco en el pecho, destilaba tanto odio… pero a la vez confusión. Laura no aguantó más esa sensación y fue la primera en apartar la vista. Para no volverse a dar la situación, salió al jardín, lejos de las miradas acusadoras de Ale. La lluvia había dejado el césped húmedo. Había pocas flores, pero bastantes árboles. Los alumnos no podían quejarse de tener un jardín como aquel. Laura se dirigió hacia una parte de este en la que había asientos. Se sentó. No dejaba de dale vueltas al chicle, y la verdad, es que estaba duro y sin sabor, pero al menos tenía algo con lo que entretenerse. Tras fallidos intentos de hacer una pompa, se dedicó a observar a las demás personas. Este año había entrado bastante gente nueva, había muchos rostros que le eran desconocidos.  Ahora dirigió su mirada al horizonte, y se dejó llevar por aquel olor dulce. Al cabo de unos segundos reconoció el olor. Se giró y allí estaba. Era el chico nuevo… la estaba mirando. Este levantó y se dirigió hacia donde ella estaba.
- Hola - dijo
Laura se preguntó si se estaría dirigiendo a ella, así tenía que ser, pues estaban prácticamente solos.
- Hola -murmuró a malas penas
- Oye, lo siento por lo de clase, yo… en realidad no soy así ¿sabes?
- No pasa nada- dijo Laura intentando controlar la sonrisa de idiota que ya había empezado a dibujarse en su cara.
- Me llamo Marcos ¿y tú?
- Laura
- Encantado Laura- dijo sonriente

martes, 27 de septiembre de 2011

Capitulo 3- Soledad

Una solitaria sombra vagaba por los pasillos del instituto. ¿A dónde iba? Ni ella misma lo sabía. Lo único que tenía claro era que jamás debió hacer aquella tontería. Unas lágrimas perdidas surcaban su rostro dibujando serpenteantes caminos de soledad. Ale era su vida. Habían sido amigas desde la infancia… y ahora… la había perdido. ¿Y todo porqué? Por una maldita noche de verano. Debería haberse quedado en casa estudiando, así, al menos, Ale y ella seguirían siendo amigas. Unos pasos tras de ella le hicieron secarse las lágrimas rápidamente. No quería que nadie la sorprendiera llorando. Una educada voz de mujer preguntó:
- Joven, ¿Qué haces por los pasillos a estas horas? ¿No sabes que ya empezaron las clases?
Laura se giró, era una señora de unos 50 años, vestida con una larga falda violeta y una camiseta blanca. Debía de ser nueva, nunca antes la había visto por aquí. Laura dijo lo primero que se le pasó por la cabeza:
- Verá… no sé cual es mi aula- y sinceramente era verdad.
- ¿Qué te toca a primera hora?- preguntó la mujer
- Plástica
- De acuerdo…-la mujer se detuvo unos segundos, pensativa- bien, sube las escaleras, te encontrarás frente a frente con el aula de informática. Gira a mano derecha, la última clase del pasillo es la de plástica- finalizó la mujer con una amplia sonrisa.
- Gracias doña…
- Llámame Gloria
- Gracias Gloria- respondió Laura
- De nada, ahora corre para tu clase señorita que llegas tarde- apremió la profesora
Laura se alejó escaleras arriba hacia el aula de plástica. Llamó a la puerta antes de entrar. Dentro una voz femenina dijo:
- Adelante.
Laura entró en la clase. Era amplia y espaciosa. No había mucha gente unos 20 en total contando con la profesora. Esta era de baja estatura, bastante delgada y con un corte de pelo un tanto… extravagante.
- Buenos días- dijo Laura
- Llegas tarde- respondió simplemente la profesora- busca asiento y atiende
Vale, muy amble no era, que digamos. No había mucha gente, pero sitio donde sentarse tampoco. Las mesas eran dobles, y en todas había gente. Solo quedaba una libre. Algo bueno, no iba a tener que compartir mesa con nadie, la verdad es que Laura ahora mismo no tenía muchas ganas de hablar con ser humano alguno. Fue directa hacia la mesa, se encontraba más o menos en la mitad del aula, junto a una ventana. Nada más sentarse, y sin darse cuenta, se perdió entre una maraña de pensamientos y sensaciones. Tras la ventana, a pocos kilómetros, unos grises nubarrones amenazaban con tormenta. Las primeras gotas se hicieron de ver a los pocos minutos. Golpeaban las ventanas con una fuerza sorprendente para tratarse de una tormenta a mediados de Septiembre. Unos golpes en la puerta la hicieron volver al mundo real. Al parecer no era la única que llegaba tarde. Un “¿se puede? sonó desde el pasillo. Sin dar tiempo a responder, entró un joven. Alto y delgado, de pelo negro con flequillo y pálido. Sin saber por qué, un tono sonrosado se encendió en las mejillas de Laura. Por un instante unos ojos verde esmeralda se posaron sobre ella, y el sitio que quedaba libre al lado. Laura pareció entrever una media sonrisa en su rostro, pero fue solo un segundo, un segundo por el cual Laura daría más de una vida. Ese rostro perfecto, esa sonrisa, esos ojos, ese pelo… todo él parecía esculpido por uno de los mayores artistas jamás existidos. La profesora le dijo algo, que Laura no llegó a oír, pero que se imaginaba. El misterioso chico se dirigió hacia el único sitio que quedaba libre, el de al lado suyo. Laura le miró hipnotizada, hasta que el chico se giró hacia ella.
- ¿Te pasa algo?- preguntó
Laura quería morirse. Había sonado tan frío y distante…Intentó defenderse, pero de su boca no salió mas que un conjunto de sonidos sin sentido. Se giró, hacia el frente, pues el tono sonrojado de sus mejillas se había convertido en un rojo candente. El chico se giró también hacia delante. En un momento mágico sus piernas se rozaron, y ambos se erizaron de placer, algo que jamás aceptarían.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Capitulo 2: Volver a empezar no significa siempre olvidar

- ¡Laura! ¡Arriba! ¡Hay que hacer el equipaje!- gritó una voz desde el piso de abajo
Laura dio media vuelta, y se volvió a hundir entre las sábanas y los cojines. Tras una segunda llamada, Laura no tuvo más remedio que despertarse. Poco a poco, se desperezó, y junto a los rayos de sol que se filtraban por la persiana, llegó un torrente de imágenes y recuerdos placenteros e inolvidables. Recordó a Jorge, aquel chico moreno, de grandes ojos marrones y pelo castaño. Que pena que solo hubiera sido un rollo de noche de verano… Recordó como le había hecho pasar la mejor hora y media de su vida, entre besos, caricias, y palabras de lo más comprometedoras susurradas a su oído, solo y exclusivamente para ella. Recordó como tras un rato precioso, de descubrir el cuerpo opuesto a las orillas del mar, se habían vestido, y vuelto a la fiesta como si nada hubiera ocurrido, pero sus medias sonrisas cada vez que se cruzaban, y los colores que les subían cuando se rozaban, les delataban. Cualquiera que los viera, se daría cuenta de que algo había pasado entre ellos. Y Ale no fue una excepción…
- Joder - murmuró Laura enderezándose rápidamente. No se había acordado de Ale. Anoche no se despidieron. Desde… bueno… ese momento perfecto no la había vuelto a ver. Se levantó de la cama, y corrió escaleras abajo. Buscó en el sofá por si el teléfono se le había caído ahí, y en la entrada junto a las llaves del coche. Pero no lo encontraba.
- ¡Joseeee! -gritó Laura a su hermano pequeño- ¡Maldito enano, donde has metido mi teléfono!
- ¡Yo no lo he tocado vieja gruñona!- se defendió este
- ¡Mentiroso!- gritó Laura al tiempo que cogía el coche de carreras de juguete de su hermano- ¡Dime donde está o no volverás a ver tu coche!
- ¡Nooo, el coche nooo!- suplicó Jose
- ¡Dime donde lo has metido!
- ¡Vale, vale! ¡En el tercer cajón de mi mesilla!- confesó su hermano
Laura dejó caer el coche sobre una butaca, y salió disparada escaleras arriba. Entró como un huracán en el cuarto de su hermano, y abrió el tercer cajón de su mesilla.
- ¡So guarro!- exclamó- ¡¿Cómo se te ocurre guardar mi precioso móvil junto a tus calzoncillos?!
Una risa amortiguada le llegó desde el salón. En cuanto desbloqueó el teléfono, marcó el número de Ale. Siete calles más abajo de su casa, en una habitación color verde, el móvil de Ale comenzó a sonar. Esta estaba metiendo las cosas en la maleta, pues ese día volvían a la ciudad. Al ver el nombre de su “supuesta” mejor amiga en la pantalla volvió a dejar el móvil en el escritorio y siguió con su tarea.
“Mierda, no lo coge”- pensó Laura- “¿Y si se ha enfadado conmigo?, dios, no debería haberme enrollado con Jorge, fue Ale la que le fichó primero, no yo”- una sensación de remordimiento comenzó a apoderarse de toda ella. Tras un último intento de llamada, Laura decidió que mejor sería hablar con ella cara a cara, mañana en el instituto (veraneaban juntas e iban al mismo instituto, pues también vivían cerca). Al final consiguió calmarse, y comenzó a hacer el equipaje.
(Tras un largo viaje en coche, y una noche cargada de incertidumbre…)
Laura se despertó nerviosa. Además de porque era el primer día de instituto, porque estaba ansiosa de saber si Ale estaba enfadada, aunque conociéndola… lo más común era que lo estuviera. Se vistió rápidamente, desayunó, cogió la mochila y salió de casa en dirección a clase. Al llegar buscó a Ale entre la muchedumbre de jóvenes que se arremolinaban ante la lista de asignaturas y horarios. Allí estaba. Riéndose con una chica rubia. Se acercó a ellas. En cuanto Ale la vio llegar, la sonrisa despareció de su rostro, dejando paso a una profunda expresión de desprecio.
- Hola- dijo Laura inocentemente
- ¿Querías algo?- dijo Ale sin siquiera mirarla
- Oye Ale, ¿te pasa algo?- preguntó con la última esperanza que le quedaba de que su amiga se hubiese ido antes de verla aquella noche.
- ¡Oye tía tienes un morro que te lo pisas! ¡Estoy harta! ¿¡Sabes!? ¡Siempre vas a por los que me gustan!- estalló Ale
- ¡Yo no le busqué! ¡Fue el quien vino!
- ¿No pretenderás que me crea esa excusa barata, verdad?
- ¡No es una excusa es la pura verdad!- exclamó Laura a un paso de echarse a llorar. No se había peleado con Ale desde… desde… la verdad, no recordaba la última vez que les había ocurrido. 
- Si Laura, vale, la verdad, no estaría mal que por una vez en tu vida fueses sincera.
-Pero…
- Adiós Laura- dijo Ale
- Espera por favor- suplicó, pero Ale ya se alejaba por el pasillo
Esta vez Laura no pudo evitar que una lágrima se deslizara por su mejilla, amarga, silenciosa y solitaria.

martes, 20 de septiembre de 2011

Capitulo 1- Anochecer a la orilla del mar

- ¡Ufff! Donde estará el maldito teléfono...- murmura Laura mientras no deja de sonar el tono de llamada. Tras tirar muchos cojines y peluches al suelo, el móvil perdido aparece. 
- ¿Si? - dice al tiempo que lo descuelga
- ¡Hey Laura!- grita una estridente voz al otro lado de la línea
- Ah, hola Ale, ¿qué pasa?
- Bueno... verás. Ya sabes que esta noche es la última del verano ¿no?
- Si...- respondió Laura temiéndose saber de que hablaba su amiga
- Y en fin... sabes que habrá que esperar otro año para volver- siguió Ale
- ¡Ve directa al grano!
- Bueno pues que esta noche se celebra una pequeña fiesta en la playa, y he pensado que podríamos ir- soltó al fin
- Alee, sabes que me ha quedado Biología, tengo que estudiar, no puedo ir
- ¡A ti lo que te pasa es que eres una sosa! ¡No vas nunca a ninguna fiesta!- la acusó
- ¡Eh! Eso es mentira- se defendió Laura
- Si ya claro, claro... Pero volviendo al tema. ¡No me digas que te vas a pasar la última noche de verano estudiando! ¡Por favor veeen!- rogó Alejandra
- No puedo Ale...
- ¡PORFAAAAAA...!
- Bueno... quizás pueda pasarme por allí y...
- ¿Quizás? 
- Valeee, iré. No se como lo haces, pero siempre te sales con la tuya- se rindió Laura
- Jaja, lo se. Te veo esta noche. Te quieroooo- se despidió Ale con voz cantarina
Antes de poder despedirse ella también su amiga ya había cortado. 
(Un poco más tarde, a media hora de empezar la fiesta...)
"Y que me pongo yo para esta noche" pensó Laura. Abrió su armario y empezó a sacar de todo. Vestidos, faldas cortas, faldas largas, shorts, pantalones, camisas... Tras mucho, mucho, mucho y mucho probar, se decidió por un corto vestido veraniego. Le encantaba aquel vestido. Se miró en el espejo. La verdad es que Laura no era una belleza completa absoluta y total. Se describía a si misma como una más del montón. Su pelo era lacio y color rojizo (sin tintar) y tenía los ojos azul océano. A parte de eso, nada destacaba en ella. Paliducha, con pecas, de mediana estatura... Se metió en el baño a arreglarse, y tras un largo cuarto de hora, salió lista para ir a la fiesta. Al pasar frente al salón, una voz le sorprendió.
- ¿Adonde te crees que vas jovencita?- inquirió su madre
- ¿Estabas en casa?
- No has respondido a mi pregunta, si no recuerdo mal, has de estudiar biología...
- Mamá... por favor. Es el último día de verano, déjame salir- suplicó 
- Mmm... Bueno, tienes razón. ¡Pero solo porque es la última noche! ¿Eh? ¿Llevas el móvil?
- Si mami. Te quiero- se apresuró Laura antes de que su madre cambiara de opinión. Le plantó un beso en la mejilla y se dirigió a la salida.
- ¡No vuelvas muy tarde!- gritó su madre mientras la puerta se cerraba con un sonoro portazo.
Nada más salir de casa, el teléfono comenzó a sonar. 
- ¿Si?- preguntó Laura
- ¡Oye tía donde te has metido! Quedamos a las diez, te retrasas
- Si, exactamente cinco minutos. Enseguida estoy allí- dijo finalizando la llamada.
Que pesada, era Ale, siempre metiendole prisa. Fue calle abajo, en dirección a la playa. Pronto empezó a oír la música. Un gran conjunto de jóvenes, se arremolinaban a la orilla del mar, disfrutando de la última noche de libertad. Enseguida localizó a Ale. Esta era alta, delgada, castaña de pelo y morena de piel, con ojos color miel. En cuanto esta la vio a ella, salió disparada en su dirección.
- ¡Guau!- dijo nada más llegar a su lado- ¿Has visto cuanto tío bueno hay aquí? ¿Te arrepientes ahora de no estar en tu habitación estudiando, sola, deprimida, marginada social...- dramatizó Ale, y no continuó porque vio algo que la dejó sin habla- La... La... Laura - tartamudeó- ¿Has visto eso?- dijo señalando a un chico. Era alto moreno, cachas... vamos, el tipo perfecto de Ale.
- Corre, se que lo estás deseando- dijo Laura con una sonrisa.
- ¡Te veo luego!- gritó Ale haciéndose oír por encima del bullicio general.
"Vale, ahora estoy sola, en una fiesta, con mucho tíos buenos, y una vergüenza que te cagas"- pensó desesperada Laura. Se dirigió a una parte más alejada y se relajó escuchando las olas. Cerró los ojos, y se puso a tararear su canción favorita. "Si tu te vas no queda nada..." "Yo esperaré..." Tan ensimismada estaba, que no se percató de que alguien se le acercaba. Unos toques en el hombro la devolvieron al mundo real.
- ¿Hola?- dijo una voz masculina.
Laura se giró hacia el propietario de la misma. Era el tipo en el que se había fijado antes Ale. 
- Hola- dijo simplemente Laura.
- En fin, es que te he visto aquí sola, y no he podido impedir preguntarme si te apetecería un poco de compañía- dijo sonriendo picaronamente.
Laura se bloqueó, como siempre le pasaba cuando un chico que no era su padre le hablaba más que para saludarle.
- Emm.. Bueno, la verdad es que...no me importaría
- Jaja, genial ¿Y como te llamas?
- Laura ¿Y tú?
- Jorge.
Estuvieron hablando más de media hora. No había nada importante en esa conversación, hasta que llegó a un punto determinado.
- Oye Laura...- susurró Jorge- en fin, que... levamos un rato hablando... y... bueno... que me gustas. Eres preciosa. 
Laura se quedó sin palabras. Sabía a donde quería llegar este chico.
- Eres preciosa- susurró de nuevo.
Laura estaba indecisa. Estaría mal hacerle eso a Ale. A ella le había gustado primero Jorge y...
- Eres preciosa- volvió a susurrar ahora más cerca de su oído. Sus dedos empezaron a deslizarse por sus hombros, jugueteando con los tirantes de su vestido. Ahora la música, las voces, y el mundo entero, le parecían lejanos, lo único que existía era Jorge... y se dejó llevar.
Bajo una pequeña luna, apenas una fina sonrisa, una pareja de jóvenes chicos, se quitaban la ropa lentamente, jugando y susurrándose palabras secretas al oído. Lo que no sabían era que unos ojos color miel, les observaban, no muy lejos de allí.